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La primera vuelta al Mundo: una gesta ibérica
La primera circunnavegación, iniciada por Magallanes y culminada por Elcano hace cinco siglos, fue la clave de bóveda para que hoy podamos hablar de globalización
La primera globalización o primera mundialización es una noción que debe interpretarse como el momento del establecimiento de un sistema de intercambios de toda índole (humanos, biológicos, culturales, económicos) entre los distintos continentes que hasta ahora se desconocían mutuamente. Las fechas claves de esta coyuntura histórica (que podemos llamar de la primera globalización ibérica) se expanden a lo largo de treinta años: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492), la llegada a la India de Vasco de Gama (1498), el descubrimiento de la Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa (1513) y la vuelta al mundo iniciada por una flota mandada por Fernando de Magallanes y completada por Juan Sebastián Elcano (1522).
Las consecuencias más inmediatas de estas exploraciones fueron la inauguración de una red de intercambios intercontinentales, que fueron humanos, biológicos, agropecuarios, culturales y económicos, que incluyeron la creación de redes comerciales entre los diversos continentes y la integración de los mismos en un sistema económico mundial. Este proceso, que implicó a todos los mundos, generó, paradójicamente, la aparición de un solo mundo y la posibilidad de concebir por primera vez una historia universal.
De este modo, la primera vuelta al mundo debe considerarse uno de los mayores acontecimientos de la historia de la humanidad. Antonio Pigafetta, el principal cronista de la expedición, era consciente de la importancia de su minucioso registro, cuando decía orgulloso, al personarse ante el ya emperador Carlos V: “Partiendo de Sevilla, pasé a Valladolid, donde presenté a la sacra Majestad de Don Carlos, no oro ni plata, sino cosas para obtener mucho aprecio de tamaño Señor. Entre las otras, le di un libro, escrito por mi mano, con todas las cosas pasadas, día a día, en nuestro viaje”.
Naturalmente, este acontecimiento ha empezado a ser objeto y lo será más en los próximos años de una serie de celebraciones, que se manifestarán en muchos casos en forma de encuentros científicos y de exposiciones monográficas. En ellas el protagonismo correrá más del lado de España, por varios motivos fácilmente comprensibles. Por un lado, los historiadores anglosajones han tendido a marginar o a restar trascendencia a las exploraciones ibéricas hasta el punto de que algunos autores (tómese como por ejemplo a Christopher Baily en El nacimiento del mundo moderno, 1790-1914 de 2010) demoran la aparición de la primera globalización al siglo XVIII y otorgan todo el protagonismo a los navegantes y colonizadores ingleses.A este respecto, resultan divertidas las palabras que dedica a esta trasnochada mixtificación el historiador austríaco Bernd Hausberger(Historia mínima de la globalización temprana, 2018: “Las navegaciones de Colón o Vasco da Gama fueron de una trascendencia enormemente mayor que la llegada de James Cook a Tahití, Nueva Zelanda y Australia en 1769-1770, para no hablar del descubrimiento deportivo del Polo Sur por parte de Roald Amundsen en 1911”.
Por otro lado, Portugal, que debería estar particularmente interesada en el caso, ya que la expedición que culminó con la primera vuelta al mundo fue ideada e impulsada con toda energía por un navegante lusitano, Fernando de Magallanes (aunque su violenta muerte en el transcurso de la travesía, en una acción bélica sosteniendo la causa de uno de los bandos en una querella local en la isla filipina de Mactán, le impidiera culminar su empresa), pero la figura del marino ha sido denostada por haber actuado no al servicio del rey de Portugal (que por otra parte le despidió de la corte), sino bajo la égida de un soberano extranjero (y, más aún, rival en lo concerniente a la expansión ultramarina), el rey Carlos I, con lo cual ha podido ser considerado como un traidor a su patria, aunque en aquellos tiempos los conceptos de patria y de lealtad a los soberanos “naturales” eran nociones demasiado fluidas como para merecer semejantes descalificaciones, ya que podríamos multiplicar los ejemplos de servicios ofrecidos indeferenciadamente a distintos monarcas. En cualquier caso, el inventor de la expedición no fue el responsable de la primera vuelta al mundo, que terminó siendo una decisión personal del marino español Juan Sebastián Elcano, a quien revierte por ello todo honor y toda gloria.
De este modo, los primeros fastos de la efemérides han comenzado con la conmemoración de la firma de las capitulaciones para la formación de la armada del Maluco entre Carlos I y los portugueses Fernando de Magallanes y Rui Faleiro (que finalmente quedó exclujido del viaje), que tuvo lugar en Valladolid hace algo más de cinco siglos, el 22 de marzo de 1518. El acto solemne presidido por los reyes de España se vio acompañado por un Congreso (en cuya organización tuvo un gran protagonismo la Armada española), que reunió a un nutrido núcleo de especialistas en la materia y tendrá continuidad en la publicación de las actas del encuentro, actualmente en marcha.
Esta celebración tendrá continuidad cuando se hagan realidad los numerosos actos programados para el año próximo, donde tendrán principal protagonismo las ciudades más vinculados con la expedición, como Guetaria, la patria guipuzcoana de Elcano, Sevilla, el lugar de la partida de la armada en agosto de 1519, y Sanlúcar de Barrameda, el puerto de la salida definitiva en septiembre del mismo año. Estos programas implicarán a las diversas instituciones interesadas y también a las plataformas cívicas creadas al efecto. A nivel nacional, habría que mencionar la constitución de una gran comisión gubernamental cuya vigencia está prevista para cuatro años, los que van de 1519 a 1522, al mismo tiempo que la activa movilización de muchos otros organismos como los ministerios de Defensa y de Cultura, sin que sea posible siquiera esbozar los demás que tienen anunciada su participación.
Por último, por no extendernos más, las actas del congreso ya han tenido algunos precedentes notables. Hay que destacar la exhaustiva obra debida a la iniciativa del Museo Naval y, particularmente, de su director, el almirante Fernando Zumalacárregi y dirigida por el profesor Enrique Martínez Ruiz(Desvelando horizontes. La circunnavegación de Magallanes y Elcano, 2016), así como la aparición de una nueva y bien documentada biografía de Fernando de Magallanes firmada por el profesor filipino Danilo Madrid Gerona (Ferdinand Magellan. The Armada de Maluco and the European Discovery of the Philippines, 2016), que seguramente será el primero de una serie de libros dedicados a quien fue el diseñador de la expedición a las Molucas.
Se anuncian asimismo otras obras sobre el navegante lusitano (por ejemplo, la del historiador portugués Manuel García, uno de los grandes especialistas en el tema) y la esperada biografía de Juan Sebastián Elcano (que sea la definitiva después de la antigua de Eustaquio Fernández de Navarrete: Historia de Juan Sebastián del Cano, 1872 y de la reciente de Manuel Lucena Salmoral: Juan Sebastián Elcano, 2003), a cargo de Salvador Bernabéu, el conocido historiador de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla.
Una vez pertrechados con biografías autorizadas de los dos principales protagonistas, con una narración completa de la travesía (con su contexto y sus implicaciones) y con trabajos solventes sobre muchos aspectos hasta hoy poco tratados (pensemos, por ejemplo, en la financiación de la empresa o en la construcción de los barcos), aún tendremos por delante la tarea de valorar las repercusiones a corto y largo plazo de esta primera vuelta al mundo.
Sabemos que, tras la llegada de los supervivientes a España, las aspiraciones de España sobre las Molucas sólo se extendieron durante la década de los años veinte, pues tras la falta de acuerdo en las conversaciones portuguesas (particularmente las celebradas en Badajoz y Elvas, en las que participó el propio Elcano) y el tremendo fracaso de la nueva armada mandada por frey García Jofre de Loaysa (donde además perdería la vida Juan Sebastián Elcano), Carlos V renunciaría a las Molucas a favor de Portugal por el tratado de Zaragoza de 22 de abril de 1529, sin que nunca se hiciese efectiva la cláusula de reversión estipulada en el mismo.
Ello, sin embargo, no fue óbice para la ocupación española de parte del Maluco entre 1606 y 1662 (e incluso de la isla de Siao en el norte de las islas Sulawesi hasta 1677), antes y después de la Unión de las Coronas de España y Portugal, que también propició, además del aludido mantenimiento del control sobre las islas de Tidore y Ternate, la defensa de Macao, la gran factoría lusitana en China, frente al ataque de los holandeses en 1622 y la ocupación de la isla de Formosa (Taiwán) entre 1626 y 1642, defendida también de los holandeses desde los fuertes españoles de Jilong y Tamsui. Historias, por otra parte, todavía insuficientemente conocidas.
La primera vuelta al mundo fue la pieza clave, o más aún, la clave de bóveda para que hoy podamos hablar de una primera globalización o de una primera mundialización. Una globalización que se hizo “per ibericos”, es decir, traduciendo la frase latina, por la mediación de las naciones ibéricas, por lo que el historiador francés Pierre Chaunu pudo titular un famoso libro Les Philippines et le Pacifique des Ibériques, ya que Felipe II pudo establecer su soberanía sobre esas Islas Filipinas, que servirían para extender la influencia española por todo Extremo Oriente y por la Micronesia (con la ocupación en el siglo XVII de las Islas Marianas, que sirvieron de etapa para las travesías hispanas desde Asia a América, y de las Islas Carolinas y Palaos, retenidas por menor tiempo).
De este modo, el archipiélago filipino pudo convertirse en el centro de un comercio transpacífico que unió a la China de los Ming (y luego de los Qing) con el virreinato de México durante 250 años mediante el llamado Galeón de Manila (o nao de Acapulco o nao de China). De la misma forma, España pudo continuar la exploración del Océano Pacífico ahora en demanda de la Terra Australis hasta la cancelación de este nuevo ciclo de expediciones en 1607 (no sin antes descubrir las islas Salomón, las Marquesas y las Vanuatu y atravesar el estrecho denominado de Torres por otro navegante hispano), de tal modo que el historiador australiano Oskar Spate pudo llamar al Pacífico del siglo XVI “the Spanish Lake”.
De ahí finalmente que el verdadero catalizador de la primera globalización, el agente material que la hizo posible, fuera la plata española, es decir la plata proveniente de las minas del Virreinato de México y, en menor medida, de las minas del Virreinato del Perú. Todo eso se encuentra en la semilla de la circunnavegación de Juan Sebastián Elcano y sus valerosos compañeros.
Fuente: artículo publicado en Letra Global firmado por Carlos Martínez Shaw, presidente de Instituto Atarazanas.